En estos últimos años de atención terapéutica, me ha tocado escuchar a numerosas madres y padres dolientes por la ingratitud y el desamor de sus hijos; o temerosos y dubitativos a la hora de relacionarse con ellos. Vivimos la era del “miedo a los hijos”, y el mismo no proviene de alguna clase de paranoia parental, sino de crudos hechos “psico-parricidas”, de descarnados asesinatos vinculares, ejecutados o amenazados a manos de su progenie: bloqueos comunicacionales, cancelación afectiva, juicios históricos, condenas morales, diagnósticos psicologistas, severidad, distanciamientos, abandonos crónicos… los padres actuales son más objeto de escarnio que de amor.
Así como Freud ha encontrado en la mitología griega una serie de relatos paradigmáticos que apropió para ilustrar sus descubrimientos psicoanalíticos, me ha parecido que esta historia vincular que nos transmite la Biblia, también constituye un arquetipo, y como tal, es sumamente útil para la interpretación de numerosos casos. Por eso, ya desde el título, y en todo el enfoque del presente trabajo, utilizo aquel clásico recurso literario del célebre psiquiatra vienés para explicar ciertas facticidades reiterativas en la práctica clínica y la observación sociológica.
En el drama de este hijo y su padre, presenciamos un verdadero “síndrome” (conjunto de signos y síntomas): en efecto, la persona, el perfil psicológico y las conductas de Absalón en su relación con David nos brindan un esclarecedor código de lectura para comprender estos recurrentes fenómenos psicosociales, tan propios de las dinámicas familiares contemporáneas.